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Foto del escritorRoy Soto

Aprehendiéndo de otros, una renuncia al absolutismo

La sinodalidad es un término de gestación católica acuñado por el papá Francisco,y cómo aprendiz que soy, he profundizado en investigar sus aristas y me ha parecido maravillosa su definición y, mejor aún, el contenido interpretativo.  


En primer lugar, antes de referirme a mis propias conclusiones, y en total conocimiento del extraordinario grupo de lectores que leen mis artículos, les hago el llamado a desinstalarnos de nuestras posiciones de prejuicios, temores y dogmas deshumanizados, en relación con hacer y aprender teología, y así mirar nuevas reflexiones bíblicas desde otras voces y desde la multicoloridad de otras espiritualidades.

Es muy común en el ambiente tradicionalista el negarse a escuchar, ver, compartir y menos subordinarnos a aprender de quienes no son como nosotros, en términos de credo, estilos de culto, estructuras de Iglesia, entre otras aristas.

No cometamos el error de Simón el Fariseo, quien al mirar a Jesús permitiendo el lavamiento de sus pies por parte de una cuestionada mujer, exclama en sus adentros moralistas: “Si este que dice ser profeta supiera quién le toca, sin duda no permitiría que lave sus pies”. (Lucas 7, 39).


Esta es una típica muestra del secuestro que hemos hecho de la gracia de Dios y la hemos monopolizado, considerándonos los únicos que podemos decir quién es mi hermano, quién adora, quién sirve y, por supuesto, hasta definimos quién es salvo.

¿Acaso se nos olvida quién es la puerta? Jesús es la puerta y se abre para quien desee.

El evangelio está plagado de esta invitación, aprender de los demás, como en Jn. 3, 1 – 8.  La experiencia de la resurrección exige “un nacer de nuevo”, esto es asumir nuevos modos de relacionarnos. Nacer de nuevo es abrir el pensamiento para entender que no somos los dueños de la verdad, que en otros también hay valores, principios y criterios de vida válidos que merecen respeto. El dialogo interreligioso y el compartimiento de aprendizajes bíblicos son más que necesarios en un mundo pluralista. Este mundo es nuevo, un mundo en el que las comunicaciones sociales y las ciencias nos llevan a ver las cosas de otra manera, desde el diálogo, la escucha y la apertura.

Espero estos argumentos bíblicos te ayuden a leer mis conclusiones sobre este maravilloso término denominado sinodalidad:

• Una invitación a unir caminos, historias, entretejer nuestras espiritualidades para descubrir a Dios en la otredad, hacer caminos juntos / caminar juntos.

• Como Iglesia peregrina, el visibilizar a otros caminantes diferentes nos hace conocer otra imagen y semejanza de Dios.

• Sinodalidad es la acción inmediata de callar nuestros ruidos para escuchar las voces y espiritualidades de los demás, desarrollando este hábito, escucharemos la voz del Espíritu Santo en los diversos formatos.

• Y en medio de esta espiritualidad des-institucionalizada, Cristo nos aparecerá en el Camino.

• La sociedad en la que vivimos, y que estamos delegados a amar y a servir en sus dolores, desafíos e interrogantes, nos impulsa como Iglesia a la búsqueda de sinergias, con el fin común de hacer todo por el buen vivir comunitario.

• No será posible la sinodalidad sin gestos de amor para el otro.

• No habrá camino de comunión para muchos, sino renunciamos a nuestros prejuicios.

• No existirá la sinodalidad si no nos dejamos interpelar por la realidad de los demás, para buscar maneras de traer el Shalom de Dios en comunión.

¿No te parece que este término comulga mucho con nuestra teología, ideales misionales y, por supuesto, está muy en armonía con la oraciónde Jesús en San Juan 17? ¡Extraordinaria lección! ¡Y saber que es de herencia Católica!

Por favor, no me malentienda, no estoy dando publicidad a la oficialidad católica, sino que mi propósito es desafiarte a escuchar otras voces, que de seguro te darán valiosos insumos formativos e informativos.

Por lo tanto, permíteme que entre por unos instantes en tu corazón para decirte, sin miedo y sin disimulos, que nunca podremos edificar la fe en Cristo, ni podremos construir una sociedad cristirana, sana, con actitudes que provoquen violencias, generen egoísmos y discriminaciones de todo tipo, o que vacíen o inhiban los mejores impulsos del ser humano.

Provoquemos ver el mundo en sus dimensiones reales,(Gn 3 caida cósmica) anunciemos a Jesucristo con valentía y con la seguridad de que es lo mejor que podemos hacer por los hombres, mujeres y por la creación entera. Pero desde y con el otro.

Escuchemos a todos, también a los diferentes; leamos otros libros y cantemos otros cantos; encontremos al Dios verdadero que se nos ha mostrado en la persona de Jesucristo pero no desde los formatos tradicionales. Al leer el Evangelio, ¿qué engendran las palabras del Señor en nuestro corazón?


Los sueños más bellos y las realidades más profundas nos han sido dadas precisamente por hombres y mujeres que escucharon y pusieron por obra el Evangelio, que nada tiene que ver con los dioses del mercado o los que nos ofrece la propaganda, ni muchísimo menos con esa odiosa separacion que hemos creado.

    Renunciar al temor colectivo de aprender de otros círculos ajenos a los nuestros, será enormemente enriquecido. Ahora bien, quien está seguro de lo que cree, nada lo moverá y, mas bien, con estos encuentros verá fortalecida su teología.

Finalmente, al margen de las críticas del conservadurismo fundamentalista, al que ya estoy acostumbrado a repeler, les dejo este aporte y les recuerdo esta pequeña y disruptiva frase mesiánica: “Que sean uno”. (San Juan 17,21)

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